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R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 19, n. 76, p. 72 - 85, out. - dez. 2016

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Desde 2001, el terrorismo ha pasado a constituir un elemento cen-

tral de la violencia simbólica (concebida a la manera de Pierre Bourdieu)

ejercida por las diversas estructuras de poder occidentales.

Dichas estructuras muestran un claro interés en amplificar, instru-

mentalizar y manipular la conmoción social generada por los actos terro-

ristas. Éstos, por regla general, consisten en matanzas indiscriminadas en

medios de transporte o en lugares públicos, que suscitan una identificaci-

ón social inmediata con las víctimas y una demanda angustiada al estado

de protección y seguridad. Tanto más cuanto los actos terroristas y todo

lo que les rodea se convierten durante semanas en los temas estrella de

los medios de comunicación globales. En ese contexto, los gobernantes

aprovechan la sensación colectiva de horror para promover la aprobación

de medidas liberticidas que en otras circunstancias serían profundamen-

te impopulares. La reiteración de esta forma de proceder por parte de

diferentes dirigentes políticos de diversos estados (EE.UU., Gran Bretaña,

Francia, España, Bélgica, etc.) sugiere que estamos ante una nueva técnica

de gobierno de las poblaciones.

Una forma habitual de manipulación gubernamental es la asignaci-

ón instantánea de autoría de los atentados terroristas sin aguardar a los

resultados de las investigaciones policiales, judiciales y/o parlamentarias.

Dicha atribución de responsabilidad se hace normalmente por intereses

espurios o tácticos. En los quince años que llevamos de guerra contra el

terrorismo, tenemos varios ejemplos significativos de ello.

La inmediata atribución a Osama Bin Laden de la responsabilidad

última de los atentados del 11-S –el acontecimiento que justificó, según

el gobierno de los EE.UU, la misma declaración de la guerra contra el

terrorismo-, no pudo ser acreditada después por el FBI al no encontrar

pruebas que la justificaran

17

. Lo mismo ocurrió con la atribución de la au-

toría o coautoría del 11-S a Sadam Hussein, formulada entre otros por el

vicepresidente Richard Cheney, el espionaje israelí y por James Woolsey,

antiguo director de la CIA

18

. Los atentados con ántrax de octubre de 2001,

inicialmente atribuidos por el gobierno de los EE.UU. a Al Qaeda y al go-

bierno de Iraq, fueron ejecutados, según a las conclusiones a la que llegó

el FBI en 2008, por un científico militar norteamericano llamado Bruce

17 HASS, E.,

“No hard evidence connecting Bin Laden to 9/11”

,

Muckraker Report

, 6 de junio de 2006.

18 Ver

El País

, 20 de septiembre de 2001 y

The Wall Street Journal,

18 de octubre de 2001. Para un tratamiento más

extenso de todos estos asuntos ver mi texto “

Leviatán sin bridas

” en ESTÉVEZ ARAUJO, J.A.,

El libro de los deberes,

Madrid, Trotta, 2013, p. 61-94.