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R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 19, n. 72, p. 82 - 92, jan. - mar. 2016

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De acuerdo con que he investigado, creo que hay varios factores

que pueden estar detrás de esto. En primer lugar, la fuerza y coordina-

ción del movimiento feminista latinoamericano. Esta es una característica

propia, vinculada a diversos factores, como el legado colonial que hace

que hablemos el español en gran parte del continente. Además, desde

la década de 1980, existe una gran coordinación entre los movimientos

feministas de los distintos países gracias a los Encuentros Feministas.

Otro elemento muy relevante en el continente, por razones histó-

ricas, es la relevancia del marco internacional de Derechos Humanos. La

primera convención específica sobre violencia contra las mujeres fue la

Convención de Belém do Pará, en 1994. El siguiente tratado regional espe-

cífico sobre violencia contra las mujeres recién se aprobó en el año 2011:

el Convenio de Estambul en Europa. Es decir, Latinoamérica ha avanzado

por más de 20 años, por ejemplo, a Europa en materia de una legislación

continental de derechos humanos sobre violencia contra las mujeres.

Otro de los factores que ha incidido en estos procesos, es el incre-

mento de la violencia en general, y la violencia contra las mujeres en par-

ticular, en algunas zonas de Latinoamérica, lo que ha puesto el fenómeno

de los asesinatos en el centro de la atención política y mediática.

El concepto de femicidio o feminicidio no ha surgido, sin embargo,

en Latinoamérica. Su origen está en la noción de femicide, desarrollada

principalmente por Diana Russell en Estados Unidos. Surge en el contexto

del debate sobre los crímenes de odio en Norteamérica, a mediados de la

década de 1980, en relación a la inclusión o no de los crímenes contra las

mujeres dentro de la categoría de crímenes de odio. Se consideró, sin em-

bargo, que la inclusión de las diversas manifestaciones de violencia contra

las mujeres opacaría, en términos numéricos, al resto de los crímenes de

odio, así como que el hecho que los crímenes contra mujeres no refleja-

ban odio a “todas las mujeres” o misoginia.

Sin embargo, en 1989 en Canadá hubo un asesinato masivo de mu-

jeres en la Universidad de Montreal. Un hombre asesinó a catorce muje-

res estudiantes de ingeniería, suicidándose después. En su bolsillo tenía

una nota que decía que él había matado a estas mujeres porque ellas

eran unas “putas feministas” que estaban ocupando los espacios de los

hombres. A pesar del carácter misógino del crimen, el caso fue tratado

por la prensa como el crimen de “un loco”. Diana Russel y Jane Caputi, sin