

R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 18, n. 67, p. 317 - 329, jan - fev. 2015
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Uno de los éxitos del capitalismo neoliberal, resultado también de
los fracasos revolucionarios de antaño, es la condena como totalitaria de
toda acción colectiva consciente, cuyo objetivo sea imponer cierto control
social. Ha ganado la visión liberal de que es mejor construir socialmen-
te un mecanismo (el mercado) y dejarlo operar ciegamente, aunque nos
lleve a la catástrofe ecológica, a la pérdida de derechos y libertades o a
crisis financieras cíclicas. Para frenar esta deriva destructiva y productora
compulsiva de desigualdades, necesitamos recuperar una cierta dimensi-
ón colectiva de los proyectos emancipadores
13
. Pero no se trataría de una
simplista vuelta a las experiencias colectivas marxistas o comunistas, ni
de reivindicar acríticamente el socialismo clásico, sino de ser capaces de
construir nuevos activismos de resistencia frente al neoliberalismo econó-
mico y al autoritarismo político globales.
Es imprescindible explorar las prácticas colectivas de disidencia y
las nuevas maneras de emancipación, desde los márgenes de los exclui-
dos socialmente, construidas desde la excentralidad cultural
14
, política y
epistémica. Es, precisamente, “en los márgenes de la sociedad donde se
ha fraguado y sigue fraguándose hoy las grandes transformaciones y los
cambios de paradigmas en la forma de creer, de pensar y de vivir”
15
. Los
cambios los han impulsado siempre los que no están bien, los excluidos,
los marginados, los oprimidos. Además, son más. Solo es necesario que
se atrevan a usar su libertad, porque sin el ejercicio de la libertad, no hay
revolución posible.
Una resistencia democrática ha de tomar conciencia del estado de
hastío y de
depresión colectiva
, existente frente a la euforia neoliberal
del consumo y de la concentración de poder. Además la democracia solo
funciona cuándo se mantiene un cierto equilibrio de poderes. Se necesita
también “cultura democrática”, así como un carácter democrático social y
comunitario. Pero esto no se puede articular ya en torno a las ONGs o a
los movimientos clásicos de la sociedad civil, que vivían de las subvencio-
nes públicas o de la
filantropía
empresarial. Las políticas de austeridad han
dado al traste con las políticas de subvenciones públicas. Parece que ya no
hay dinero para estos fines. Está por ver, si la sociedad civil es ahora capaz
de rebrotar y empoderarse al margen o, incluso, frente a un Estado débil.
13 Cfr. Slavoj Zizek,
En defensa de las causas perdidas
, Madrid, Akal, 2011. La tesis básica de este libro, denso y
complejo, es que el fracaso histórico de los proyectos revolucionarios emancipadores impide que veamos las apor-
taciones positivas de sus relatos, que ahora podrían ser útiles para construir movimientos de resistencia.
14 Cfr. Juan José Tamayo y María José Fariñas,
Culturas y religiones en Diálogo
, Madrid, Ed. Síntesis, 2007.
15 Juan José Tamayo,
Cincuenta Intelectuales para una conciencia crítica
, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2013, p. 20.