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R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 18, n. 67, p. 317 - 329, jan - fev. 2015

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en la pobreza (

políticas de pobres

), un sistema jurídico más represivo que

garantista (enfocado en el

derecho penal del enemigo

), priorización de

la defensa de la seguridad física de los individuos frente a la seguridad y

libertad de los ciudadanos (de nuevo el

hobbesiano

dilema entre seguri-

dad

versus

libertad) y represión de la disidencia y la protesta social.

De esta manera, se trunca el proceso de emancipación social de los

ciudadanos, a cambio de políticas asistenciales. Con ello, se fragmentan

las bases de los vínculos sociales como primer paso para su privatización.

La promesa de la utopía liberal del

libre mercado

ha sido utilizada por el

neoliberalismo y sus depredadores económicos como coartada para la pri-

vatización (o transferencia indebida de lo público a lo privado), rompiendo

así un cierto equilibrio entre economía y sociedad, que había funcionado

tras el consenso socialdemócrata después de la II Guerra Mundial.

Más allá de las coyunturales crisis financieras, estamos asistiendo

a un ajuste neoliberal en lo económico y neoconservador en lo político

al ámbito material de las constituciones democráticas de la posguerra,

especialmente sobre los derechos laborales y los derechos económicos,

sociales y culturales. El neoliberalismo del siglo XXI ha dado al traste con

el valor de la solidaridad pública y, al privatizar derechos sociales como la

educación o la sanidad, está incrementado y profundizando la desigual-

dad socioeconómica. El resultado está siendo demoledor para las clases

trabajadoras y populares, que ven como sus rentas laborales disminuyen,

sus condiciones laborales se precarizan, sus derechos se desprotegen y las

promesas de ascenso social se frustran. Esto, junto al rechazo evidente de

la oligarquía a contribuir a las arcas públicas y a los gastos comunes, está

convirtiendo la crisis económica en una crisis de derechos y, consecuen-

temente, en una amenaza para la democracia. Porque tras el ataque a los

derechos económicos y sociales, se va también contra los derechos civiles

y políticos. Y con ello, se ataca directamente a la estructuración democrá-

tica de las sociedades.

La privatización de los vínculos sociales y la ruptura de los meca-

nismos de integración social tienen una consecuencia directa, que afecta

al compromiso de la ciudadanía (precarizada y asustada) con las normas.

Generan una ausencia de compromiso ético con las normas y los valores

que las sustentan, destruyendo las bases morales de la ciudadanía (especial-

mente la clase media), y provocando un individualismo sistémico, basado en

el cálculo de las ventajas individuales obtenidas dentro de un grupo social.