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R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 18, n. 67, p. 317 - 329, jan - fev. 2015

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Esgrimir riesgos une a la gente, la moviliza y crea lazos comunita-

rios, como mecanismos de defensa

6

, basados en las emociones y no en

la racionalidad. Manipular políticamente los riesgos, provocando miedo

y alarma social, permite alcanzar objetivos espurios, que con el correcto

funcionamiento de las instituciones democráticas nunca se podrían alcan-

zar, ni siquiera plantear. No se debería olvidar, que este tipo de populis-

mo, basado en el alentamiento del miedo, la inseguridad o la xenofobia,

se sitúa en una zona gris entre la democracia y el autoritarismo, donde

proliferan las pulsiones totalitarias o fascistas. Provoca, además, en las

personas un cierto

autoritarismo difuso

, tras el que se pueden ocultar tan-

to elementos racistas, como clasistas, algo que ya ha prendido en varios

países de Europa, como lo demuestra el auge electoral de los partidos de

extra derecha.

Todo esto se instrumentaliza electoralmente, incardinando un cier-

to conservadurismo de una clase trabajadora “satisfecha” contra los efec-

tos negativos de la globalización económica y financiera, con un conserva-

durismo católico y de derechas contra una sociedad caracterizada por la

diversidad creciente, que ni acepta ni quiere comprender, para no perder

su hegemonía social, cultural y, especialmente, económica. Este tipo de

discurso político lleva años buscando la derechización de la sociedad, y en

particular de las clases populares y trabajadoras, pero también de las cla-

ses medias que son las que sufren más, y también temen más, el proceso

de

desclasamiento

o de descenso socioeconómico. La alianza está fun-

cionando: de 28 países europeos, 22 están ahora en manos de gobiernos

conservadores de derechas y/o de la derecha extrema.

Los partidos socialistas y socialdemócratas europeos adoptaron,

erróneamente a mi juicio, una postura convergente hacia la derecha en

la escisión sociocultural de nuestras sociedades. Sin embargo, la batalla

electoral la siguen perdiendo en este terreno. No han sido capaces de arti-

cular un discurso socioeconómico alternativo, superador de la escisión so-

ciocultural e identitaria, que se ha producido en los países desindustriali-

zados. Ni han sabido buscar alternativas a los dictados de los mecanismos

financieros, ni frenar sus especulaciones, como tampoco articular nuevos

pactos sociales en defensa de la integración social y de la cohesión econó-

6 Ulrich Beck,

Una Europa alemana

, Paidós Ibérica, 2012, señala que esta estrategia de manipular la amenaza de

los riesgos que nos rodean, como técnica política de gestionar el miedo de la gente para conseguir uso objetivos no

queridos por la ciudadanía, se ha convertido ya en un “arma de amedrentamiento masivo”. A este nuevo “monstruo

político” lo denomina Beck, como

Merkiavelo

, mitad Merkel, mitad Maquiavelo.