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R. EMERJ, Rio de Janeiro, v. 18, n. 67, p. 105- 118, jan - fev. 2015

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tos básicos de pacificación social como el derecho internacional público,

puesto en entredicho por zonas de “no derecho” como Guantánamo o

por las “guerras preventivas”. “La lucha contra el terror”, las (inexistentes)

“armas de destrucción masiva” en poder de Irak, los muchos aspectos no

aclarados de la “masacre terrorista” del 11-S, y tantas otras infundias ela-

boradas en los neoliberales

think tanks

norteamericanos y difundidas por

los medios de comunicación sin otro aval que la palabra de la administra-

ción del país más poderoso de la tierra, han generado un ambiente global

de miedo, altamente irrespetuoso con la búsqueda racional de la verdad.

Algo similar sucede con el pánico desatado por la crisis económica

mundial, especialmente en Europa, donde una vez creado un relato ofi-

cial sobre su causación (supuestamente el insoportable endeudamiento

de los estados del bienestar) se ha vuelto imposible debatir públicamen-

te sobre las causas reales y más complejas que desataron la crisis (sobre

todo la desregulación de los mercados financieros) y, en consecuencia,

plantear medidas alternativas a las neoliberales en la solución de la mis-

ma. “Recortar” derechos sociales en aras a la “necesaria” reducción del

déficit público (generado en realidad por la recapitalización de bancos en

crisis sin imposición de límites al sector financiero) se ha convertido en

un dogma incontrovertible, lo que resulta coherente con la limitación de

la soberanía estatal que supone la existencia de instituciones políticas (la

Comisión europea en cooperación con el FMI) con capacidad para dictar

este tipo de políticas a los países en crisis sin la intervención, ni siquiera

indirecta, de sus poblaciones.

En estos ejemplos se pone de manifiesto la actualidad del viejo

tema que tanto nos preocupa a los iusfilófosfos: la supeditación del dere-

cho positivo a principios no susceptibles de discusión democrática preci-

samente por venir impuestos desde entidades (los llamados “mercados”

y sus brazos de dominio político) que no reconocen a ésta como parte

fundamental de la legitimidad política. El poder, en suma, sigue siendo el

fundamento nudo del derecho. Éste en realidad nunca ha sido otra cosa

que el resultado final (contradictorio, con idas y vueltas, con todas las li-

mitaciones convencionalmente impuestas a su dictado arbitrario que se

quieran) de las relaciones de fuerza socialmente existentes.

El caso de la discusión sobre el aborto en Brasil así lo pone de mani-

fiesto. Como tuve ocasión de comprobar personalmente en la sede de la

EMERJ de Río de Janeiro al plantear mis puntos de vista al respecto, aún